¿Es la agresividad la nueva normalidad?
Por: Diana Bello Aristizábal
El sur de la Florida y otros puntos del estado se han convertido para muchos en campos de batalla. Las bocinas de los vehículos que se activan ante el menor estímulo, la mala educación reflejada en unos ‘buenos días’ que nadie responde, las miradas indiferentes en la fila del supermercado o las peleas en los grupos de redes sociales parecen ser la nueva normalidad en medio de una pandemia que demanda lo contrario.
“Vivimos en un alto nivel de alerta”, dice Erika Monroy, sicóloga clínica y educativa especialista en inteligencia emocional a propósito de un problema que no es exclusivo de la Florida sino de todo Estados Unidos e, incluso, del mundo.
Sin embargo, la Florida con frecuencia encabeza los rankings sobre los lugares más hostiles del país como, por ejemplo, en un reciente estudio de Bankrate.com en el que ocupó el tercer lugar como el estado con los conductores más agresivos de Estados Unidos después de California y Nevada.
¿Es esto sorprendente para quienes vivimos en Miami-Dade? La respuesta es no, porque si hay un indicador del aumento de la agresividad y la intolerancia en la población es precisamente la furia al volante que es tan familiar para los habitantes del condado.
Pero el problema de este comportamiento hostil predominante en todo el país es que muchas veces no acaba en un intercambio de palabras soeces o en un mal rato pasajero, sino que en ocasiones termina en tragedia.
Esto fue lo que le sucedió a una familia en California, cuyo hijo de 6 años murió tras recibir un disparo como resultado de un altercado en la carretera, mientras en Miami Beach un hombre casi pierde la vida luego de esquivar una bala proveniente del arma de una mujer que decidió bajarse de su vehículo y atacarlo por no haberla dejado pasarse una luz en rojo.
“En Florida nunca sabes quién está armado y quién no. De hecho, las ventas de armas aumentaron durante la pandemia porque ahora reina la desconfianza y el miedo”, afirma Jairo Ledezma, profesor de sociología e historia de Miami-Dade College.
Pero, ¿qué está incrementando la agresividad?, ¿tiene la pandemia algo que ver con esta tendencia? Y ¿podemos hacer algo para vivir mejor en comunidad?
La agresividad como respuesta al miedo
Es una realidad que la pandemia ha traído cambios en la humanidad tanto positivos como negativos. Dentro de este último grupo, el cambio más notorio tiene que ver con el aumento de las enfermedades de salud mental.
“La ansiedad y la depresión se incrementaron en un 300% desde que comenzó la pandemia. Así mismo, también aumentaron los problemas de sueño, alcoholismo, drogadicción y abuso infantil”, destaca Erika Monroy.
Esta tendencia obedece a las transformaciones sociales que ha venido experimentando la humanidad desde el año pasado cuando el mundo dio un giro inesperado que puso a prueba a las personas en todas las áreas.
“Los cambios que ocurren en la sociedad siempre nos afectan a nivel individual. Por ejemplo, los disturbios que tuvieron lugar el año pasado como respuesta a la lucha por la justicia social modificaron la forma en que vemos a las autoridades mientras los retos que trajo la pandemia, como ajustarse a nuevas reglas laborales, cambiaron nuestra manera de pensar”, dice Jairo Ledezma.
Como consecuencia de los tiempos actuales, marcados por la incertidumbre, la respuesta generalizada ha sido el pánico. “La gente interiorizó todas las dificultades que estamos viendo desde el año pasado como el desempleo, el racismo, la división política y los tiroteos y ahora lo está expresando”, agrega Ledezma.
Sentir miedo no es algo negativo porque nos puede proteger de situaciones peligrosas. Sin embargo, se puede convertir en algo contraproducente cuando reaccionamos frente a él con conductas poco compasivas o agresivas.
“Atacamos cuando sentimos miedo como los animales que muerden a quienes intentan quitarles su plato de comida, es una forma de supervivencia”, agrega Erika Monroy, quien explica que en el sur de la Florida esto es todavía más palpable debido a la naturaleza altamente emotiva de los hispanos.
Pero, además, el miedo es aún más intenso en esta región del país porque la mayoría de los habitantes son inmigrantes luchando por salir adelante. “La gente llega a Miami y se ubica en modo supervivencia que significa trabajar mucho, dormir poco o no tener amistades. Si a esto le sumas los problemas que trajo la pandemia, como ocuparse de los hijos y el trabajo al tiempo, tienes una bomba de tiempo”, comenta Erika.
La regla de los seis segundos
Las dificultades tanto individuales como colectivas que enfrentamos actualmente muchas veces se salen de nuestro control. Aún así, esto no debe servir de excusa para agredir a los demás, pues debemos hacernos responsables de la forma en que reaccionamos ante los retos de la vida.
En este orden de ideas, podemos adoptar estrategias para responder ante las circunstancias externas de una mejor manera. Una de ellas es pensar antes de actuar, lo cual se traduce en hacer una pausa de 6 a 10 segundos antes de decidir qué hacer. Se trata de una especie de ‘time out’ como el que se les enseña a los niños.
En este lapso de tiempo, que se puede emplear observando la respiración o caminando, el cerebro puede reflexionar frente a los estímulos que se presentan y así apaciguar su lado más primitivo que es aquel que se activa en las situaciones de emergencia.
“Cuando logramos esperar ese tiempo, podemos reflexionar conscientemente sobre lo que está pasando para no tener una respuesta impulsiva. A esto se le llama autoregulación”, explica Erika Monroy.
Pero para aplicar esta regla exitosamente es importante que cada persona que conforma una comunidad se atienda primero a sí mismo poniendo en prácticas hábitos de autocuidado que permiten desarrollar tolerancia al estrés, flexibilidad y optimismo.
Aunque muchos de ellos son básicos para algunas personas, hay quienes consumidos por la vida vertiginosa en la que vivimos, no logran mantenerlos en el tiempo. Estos son: dormir entre 6 y 8 horas diarias, hacer ejercicios aeróbicos para producir serotonina y dopamina, responsables de los estados de bienestar, meditar y comer sanamente.
Pero también hay que hacer un trabajo de introspección reconociendo aquellas situaciones que activan la agresividad y luego observando las reacciones corporales que la acompañan. “Cuando nos enojamos respiramos agitadamente o se nos acelera el corazón. Estas manifestaciones físicas conectadas con nuestro cuadro de creencias determinan la manera en que expresamos esa emoción”, explica Erika.
Sin embargo, cuando nos damos cuenta de lo que está ocurriendo frente a un estímulo traemos lo inconsciente a lo consciente y podemos desarrollar habilidades socioemocionales, vitales para vivir en comunidad.
Adicionalmente, hay que hacer un trabajo de desintoxicación. Esto se refiere a consumir menos redes sociales, ver menos noticias negativas y alejarse de las personas tóxicas para así oxigenar el cerebro, contagiar a otros con emociones positivas y cambiar la realidad.
En su lugar, hay que practicar el estar plenamente presente en cada momento evitando el multitasking, fomentar la paciencia y la apertura hacia otras formas de vida y culturas.
“Para ser más compasivos hay que educarse sobre otras culturas y razas diferentes a la nuestra. Cuando nos salimos de nuestra burbuja en la que solo interactuamos con gente de nuestro país, como ocurre en Miami, podemos entender a los demás y ser menos agresivos”, puntualiza Jairo Ledezma.