Salud mental en Estados Unidos: Una amenaza creciente

En el Mes de Concientización sobre la Salud Mental, la comunidad enfrenta desafíos apremiantes que requieren el compromiso de todos

 

Por: Diana Bello Aristizábal

 

En Estados Unidos hay una franca crisis de salud mental. Según el último reporte anual de Mental Health America (MHA), publicado en junio del 2024, el 23 por ciento de los adultos (casi 60 millones de personas) sufrió una enfermedad mental en el último año, mientras que el Instituto Nacional de Salud Mental (NIMH, por sus siglas en inglés) estima que más de uno de cada cinco adultos estadounidenses vive con un padecimiento de salud mental.

 

Lo más preocupante es que los problemas aparecen cada vez más temprano en la vida y los niños y jóvenes enfrentan retos que no se habían visto antes. La magnitud de la crisis es tal que se calcula que para el 2030, la depresión podría convertirse en la principal causa de pérdida de longevidad superando a enfermedades como la hipertensión.

 

Este pronóstico concuerda con lo que ya estamos viendo: una de cada cinco personas de entre 12 y 17 años experimentó al menos un episodio depresivo mayor en el último año, aunque más de la mitad de ellos (56,1%) no recibió tratamiento alguno, de acuerdo con datos de MHA. Aún más alarmante es el hecho de que esta enfermedad no tratada o mal tratada es la causa número uno de suicidio que en 2022 cobró la vida de 49,449 personas, la cifra más alta jamás registrada en el país.

 

Erika Monroy

“La salud mental está en alerta roja”, dice Erika Monroy, sicóloga clínica y educativa. Asegura que en una conferencia reciente a la que asistió se habló de que ya hay niños de cuatro años con acceso a la tecnología (un factor de riesgo para la salud mental), mientras en consulta ha visto niños desde los nueve años medicados con antidepresivos y ansiolíticos.

 

Adolescentes y hombres mayores de 45 años, los más vulnerables

Aunque la crisis de salud mental actual es generalizada, los adolescentes (13 a 19 años) en primer lugar y los hombres mayores de 45 años, en segunda instancia, son los grupos que requieren más atención.

 

“En la adolescencia se desarrollan el 80% de las enfermedades relacionadas con la salud mental”, explica Erika. Destacan en esta población, la depresión y la ansiedad, que encabezan la lista; el suicidio, considerado la segunda causa de muerte más común entre los adolescentes; los trastornos alimenticios, las adicciones y la auto laceración.

 

Estos problemas resultan hoy mucho más alarmantes que en épocas anteriores. Los niños, por ejemplo, están expuestos a la pornografía desde edades tan tempranas como los nueve años, lo que puede distorsionar su percepción del cuerpo y contribuir al desarrollo de trastornos alimenticios como la anorexia o la bulimia.

 

Otro factor desencadenante son las redes sociales al generar presión por encajar en un entorno centrado en la imagen y la validación externa. Además, su naturaleza adictiva gracias a la gratificación instantánea favorece la ansiedad, la desconcentración, la fatiga, el desinterés por actividades cotidianas y que requieren más esfuerzo y debilita las habilidades sociales y comunicativas, esenciales para gozar de buena salud mental.

 

En los hombres mayores de 45 años, su mayor flagelo es el suicidio. De acuerdo con Erika Monroy, esto se debe a que entre esa edad y los 50 años entran en una etapa de crisis existencial en la que la preocupación principal son los problemas financieros.

 

También son más propensos a caer en adicciones como una manera de evadir la realidad a través de los placeres efímeros. “Eres adicto cuando necesitas algo externo a tu cuerpo para crear un estado mental como una copa de vino o un café en la mañana para despertar. No siempre son las drogas o el alcohol”, afirma Erika.

 

Es preciso decir que tanto los hombres como los adolescentes —y en general la población— han perdido la capacidad de estar en el momento presente, lo cual parece ser la raíz del asunto. En este sentido, poco a poco los seres humanos hemos perdido la habilidad de esperar y de sentirnos cómodos con nosotros mismos, sin necesidad de estímulos externos.

 

“La ansiedad viene por la incertidumbre al futuro porque como humanos necesitamos tener el control”, comenta Erika, para quien el antídoto perfecto, por sencillo que parezca, es aprender a administrar el tiempo estableciendo rutinas diarias que le den a la mente una dirección clara.

 

Así mismo, recomienda cambiar los colores del celular a tonos grises para disminuir la estimulación sensorial, poner las alertas en silencio y hacer periódicamente una desintoxicación de aparatos electrónicos con el fin de aumentar la tolerancia a la frustración y los tiempos de atención y disminuir la desconexión interna, una fuente común de sufrimiento.

 

“La felicidad es el proceso de darme cuenta y conectarme y eso no lo podemos hacer en un mundo lleno de estímulos y ruidos. Necesitamos crear silencios, respirar y hacer las cosas con consciencia y no en piloto automático”, recomienda Erika.

 

Además, el autocuidado es fundamental y se refleja en hábitos como dormir bien, llevar una alimentación equilibrada, hacer ejercicio, meditar y practicar técnicas de relajación. Son estos hábitos diarios los que marcan la diferencia entre una salud mental fuerte y una frágil.

 

En los niños se debe limitar bastante el uso de la tecnología, reducir el consumo de azúcar y harinas refinadas, que está comprobado influye en la aparición de la depresión y la ansiedad, proporcionar suficientes horas de sueño y fomentar la comunicación cara a cara y las actividades al aire libre.

 

Por último, hay que recordar que es importante pedir ayuda a tiempo y siempre que sea necesario. La terapia individual, los grupos de apoyo y los recursos gratuitos pueden salvar vidas. Algunos para tener a la mano son el número telefónico 988 (línea de vida para el suicidio y la crisis), 1-800-662-HELP (4357) y las páginas web jedfoundation.org, teenline.org, psychologytoday.com/us/therapists y crisistextline.org.

 

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