Las amenazas escolares no son un juego de niños.

Por: Diana Bello Aristizábal

El año pasado terminó de una forma preocupante para la comunidad educativa luego de que se difundieran por redes sociales amenazas contra la seguridad de los colegios. Esta situación destapó una problemática más profunda: Nuestros niños y adolescentes no están bien.

Las amenazas, que en su mayoría han sido iniciadas por niños y adolescentes a través de plataformas como TikTok o Twitter, mantuvieron en vilo a estudiantes, padres, maestros, personal y autoridades el último día de clases, el 17 de diciembre, cuando a través de la red social TikTok circularon mensajes sobre ataques violentos que ocurrirían ese día en las escuelas de todo el país.

Aunque a nivel local el día transcurrió relativamente en calma, las escuelas del Condado de Miami-Dade tuvieron que incrementar la presencia policial en las áreas escolares como medida preventiva.

Pero este no fue el único momento en que el distrito escolar tuvo que combatir esta problemática durante el 2021. Según un comunicado de prensa de M-DCPS, desde el comienzo del año escolar hasta diciembre 7, el Departamento de Policía de las Escuelas de Miami-Dade investigó 40 amenazas escolares, declaradas todas como no creíbles o engañosas, y hecho seis arrestos.

Se trata de un número considerable teniendo en cuenta que cada vez que se registra una amenaza escolar, entendida como cualquier mensaje que habla de una posible agresión contra la vida o la integridad física en las aulas, se aumentan los niveles de estrés, ansiedad y absentismo en la población y se agotan los recursos de las autoridades que bien podrían emplearse en proteger a los colegios de peligros reales.

Por esta razón, los acontecimientos registrados en la primera mitad del año escolar dejaron muchos interrogantes en el aire que merece la pena aclarar. El principal es ¿qué está pasando con los niños y adolescentes de nuestra comunidad para que muchos de ellos se hayan visto involucrados en estas amenazas?

 

Un grito de auxilio

De acuerdo con Edwin Lopez, Jefe de Policía del Departamento de Policía de las Escuelas de Miami-Dade, la mayoría de las amenazas escolares que se recibieron el año pasado fueron efectuadas por estudiantes.

Las motivaciones detrás de este comportamiento son variadas pero una de ellas tiene que ver con lo que han experimentado los estudiantes durante la pandemia. Según Christi Fraga, representante de la junta escolar de Miami-Dade por el distrito 5, los alumnos están buscando llamar la atención debido a que el aislamiento y los problemas que trajo la pandemia incrementaron sus niveles de ansiedad y depresión.

“Sabemos que el problema viene de ahí. Acabamos de salir de un año en el que muchos niños estaban aislados, no recibieron suficiente atención en casa o no han podido interactuar socialmente como han querido”, afirma.

Así, algunos jóvenes difunden este tipo de información porque eso los hace sentir importantes. “Normalmente no dicen que van a hacer el daño sino que escucharon que alguien lo hará. Puede ser a través de un mensaje de texto a un amigo o reposteando una publicación de redes sociales”, dice. 

El problema de esto es que quienes hacen circular un rumor también son responsables y pueden tener líos con las autoridades aún cuando la amenaza no provenga de ellos. Justamente ese fue el caso de un estudiante del condado que el año pasado compartió, por redes sociales, una publicación de hace dos años alusiva a una amenaza, lo cual resultó en su arresto.

Pero muchos estudiantes se comportan de esta manera porque se sienten abrumados en clase. “Algunos utilizan las redes sociales para lidiar con el estrés escolar. Entonces si están preocupados, por ejemplo, por un examen y no quieren presentarlo mandan una amenaza virtual porque saben que esto puede resultar en que al final no tengan que tomar dicho examen”, afirma el Jefe Lopez.

En este sentido, la libertad absoluta para acceder a la tecnología está jugando en contra de los jóvenes, pues si bien los dispositivos electrónicos hacen parte de la vida cotidiana, también están afectando habilidades básicas.

“Los adolescentes están haciendo poco uso del lenguaje porque ahora se comunican más con emojis, acrónimos o abreviaturas sin saber que el lenguaje escrito convencional genera conexiones neurológicas que nos ayudan a tener más capacidad para darnos cuenta de las cosas o ser empáticos,” dice Erika Monroy, sicóloga clínica y educativa especialista en inteligencia emocional.

Esto, sumado a la alimentación deficiente, la falta de sueño y el poco ejercicio físico, está repercutiendo en que ahora sean menos reflexivos, tengan menor capacidad de concentración y de responder a situaciones de crisis y en que se les dificulte controlar impulsos como el de iniciar o compartir una amenaza por el celular.

Por otra parte, también influye en este comportamiento el hecho de que en muchos hogares no se establezcan límites ni consecuencias en el uso de la tecnología y en todo lo demás.

“La gente trabaja en dos o tres empleos y hay poca supervisión hacia los niños. Por eso, después viene la culpa de no estar en casa el tiempo suficiente. La forma en que muchos adultos lidian con esa culpa es accediendo a todo lo que piden los menores”, asegura Monroy.

Además, aún existen prejuicios hacia las enfermedades de salud mental, por lo cual las personas aprenden a vivir en casa con niños que sufren cuadros de depresión o ansiedad. “La gente normaliza estar siempre mal, triste o estresado cuando eso no es normal y hay que ir a terapia si se experimentan esos sentimientos”, recomienda la sicóloga.

 

La responsabilidad es de todos

Dada la complejidad del tema, se hace urgente la intervención de las autoridades, del distrito escolar y, por último, de padres y cuidadores para disminuir estos comportamientos disruptivos que generan un estrés innecesario en las familias y en las escuelas.

En primer lugar, hay que mencionar que enviar una amenaza escolar deja al estudiante marcado de por vida. “Los niños que toman esa decisión no pueden después regresar a un colegio normal ni graduarse con sus amigos y quedan con un récord criminal. Esto no es un chiste sino un delito serio. Por eso, sobre ellos cae todo el rigor de la ley”, aclara Christi Fraga.

Entonces, ¿qué debe hacer un niño al que le llega una amenaza virtual para no convertirse en parte del problema? De acuerdo con Fraga, lo correcto es llamar al 911 y describir la amenaza. Otra opción es contactar a la junta escolar o al departamento de policía de las escuelas del condado al 305 995 COPS.

“Repostear o reenviar la amenaza a los amigos no es buena idea porque se crea más pánico y se le da más poder al autor del mensaje que quiere atención y afectar todo el sistema”, aconseja Fraga.

En este tema, el rol de los adultos es vital, pues son ellos quienes deben instruir a los menores sobre el manejo adecuado de la tecnología. “Les pedimos a los padres que monitoreen las redes sociales de sus hijos y revisen sus celulares para asegurarse de que les están dando un uso adecuado. Esto ayudaría a mitigar algunos de los problemas que estamos enfrentando hoy”, comenta el Jefe Lopez.

Además, también recomienda no permitir a los niños que cargen sus teléfonos móviles en sus habitaciones durante la noche sino en la de sus padres para garantizar que no tendrán acceso a entornos virtuales durante las horas en que deberían estar durmiendo.

Al respecto, Érika Monroy afirma que los padres deberían tener consciencia plena de qué tipo de contenido ven los niños en línea y cuándo lo hacen. “No hay que normalizar que estén conectados a redes sociales todo el día sin ningún límite o responsabilidad ni que no coman bien ni duerman las horas suficientes”, asegura.

Para evitar esto, la recomendación es hacer un acuerdo familiar donde se incluyan todas las responsabilidades de la casa, las obligaciones de la escuela, las reglas sobre lo que está permitido o no hacer en línea y las rutinas de autocuidado. “Los niños deben ser educados bajo unos límites y consecuencias claros y adecuados con tiempos determinados para cada tarea”, añade.

Cabe destacar que el Departamento de Policía está haciendo una labor ardua para mitigar el problema y ofrecer más herramientas a las familias. Por un lado, tanto la policía como los oficiales de recursos escolares monitorean constantemente las redes sociales.

“Cada colegio del condado cuenta con un policía y hay un equipo élite de detectives que investiga los casos de redes sociales las 24 horas del día. Por esta razón, nuestro distrito escolar es uno de los más seguros del país”, añade el Jefe Lopez.

Así mismo, el Departamento de Policía de M-DCPS tiene más de 100 profesionales de la salud mental especialmente capacitados para interactuar con estudiantes y maestros y manejar situaciones complicadas.

Adicionalmente, desde el Centro de Comando de la Policía en la sede principal se monitorean más de 18,000 cámaras en los colegios, se rastrea cada bus escolar con tecnología de GPS para poder reaccionar de forma oportuna en caso de que se presente un incidente y hay un equipo de individuos entrenados para combatir y actuar ante un tirador, entre otras iniciativas.

“No podemos garantizar que jamás pasará nada pero sí que destinamos todos nuestros recursos para velar por la seguridad de nuestros estudiantes y personal en las escuelas”, concluye el Jefe de la Policía.

 

 

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