Padres desesperados por el comportamiento de sus hijos adolescentes
En días pasados leí un interesante artículo de la psicoanalista Helena Trujillo, en la que hace un perfil de la desorientación de los padres ante la rebeldía de sus hijos adolescentes.
La adolescencia es un período complicado y es por que en la pubertad, el desarrollo de los órganos sexuales y los cambios hormonales transforman el cuerpo del niño a un cuerpo biológicamente adulto, con capacidad de reproducción; “Aunque no se sabe a que a nível psíquico se da una metamorfosis de consecuencias definitivas: el adolescente debe dejar atrás la familia para construir una vida propia. Este es el principal motivo que desencadena, en muchos jóvenes, diversos síntomas que muestran el “dolor” que cada humano padece al dejar atrás el amor familiar y adentrarse en la inmensidad del mundo. En este tiempo, busca entre sus coetáneos las referencias, los afectos, los pilares sobre los que construir su identidad, pareciendo en muchos casos que olvida los valores inculcados desde la infancia” escribió la psicóloga.
La adolescencia es una época de rupturas y pérdidas, los padres protectores e idealizados de la infancia se pierden. El adolescente se siente fuera de lugar, las normas que antes se le aplicaban de forma efectiva ya no sirven, irrumpen en él nuevos valores e inquietudes… No todos los adolescentes son iguales… Muchos asumen estos cambios aunque otros se transforman, de la noche a la mañana, en jóvenes desobedientes, contestones y rebeldes.
Para aplacar esa rebeldía, es necesario que el joven y sus padres definan sus criterios propios, por que el problema está en que no sabemos tolerar que los demás tengan un pensamiento distinto al nuestro, mucho menos cuando se trata de nuestros hijos. En muchas ocasiones, el principal problema es que los padres siguen tratándolos como “su niñito(a)” no teniendo en cuenta el crecimiento que en él o ella se ha producido. El grito, el portazo o el enfado no siempre tienen que interpretarse de la misma forma, a veces la propia intolerancia de los padres incentiva la respuesta desproporcionada de sus hijos. Tampoco se trata de pasarlo todo y que sus hijos “hagan lo que les dé la gana”, son jóvenes y necesitan orientación, apoyo y también firmeza.
La doctora acentua que no hay que “hablar mal de los jóvenes, al fin y al cabo todos lo hemos sido y hemos cometido multitud de errores, sin que ello signifique que ahora seamos personas fracasadas ni delincuentes. Lo que es cierto es que muchos de estos jóvenes se encuentran desatendidos desde pequeños, otros se han criado con las llaves de su casa, pasando la tarde solos frente al televisor, y otros han pasado más tiempo con los abuelos que con sus propios padres”.
“Mucho cuidado con echarle la culpa al trabajo, que frecuentemente actúa como cabeza de turco de esta problemática, los niños no necesitan 24 horas a sus padres, pero sí requieren unos cuidados básicos llevados a cabo por alguna persona y con criterios educativos claros y firmes. Ahí está el principal problema. Generalmente los padres nunca se han parado a pensar cómo hay que educar a los hijos, cómo hay que afrontar los distintos tiempos de su crecimiento, incluso muchos no se han parado a solucionar sus propios problemas de pareja que suelen reflejarse en hijos problemáticos que recogen esta herencia”.
No existen criterios educativos preestablecidos que sirvan para todos los hijos, ni consejos profesionales estándar que actúen como “varita mágica” para solventar un problema. Cada familia es distinta. Sólo a través de la educación, la tolerancia, la paciencia es posible un crecimiento saludable. Tampoco hay que olvidar que en este tiempo de la vida se manifiestan en muchos jóvenes procesos patológicos: depresión, ansiedad, enfermedades psicosomáticas, psicosis, anorexia, bulimia, etc. Por lo que no hay que banalizar cuando nuestros hijos se muestran “trabajosos” en la adolescencia, en muchas ocasiones estos síntomas son la señal de alarma que nos avisa de que algo falla. Ponerles solución acudiendo a un profesional especializado evitará que la patología se instale, pues los jóvenes responden rápidamente al tratamiento, amén de evitar problemas mayores como el fracaso escolar, el aislamiento social o la drogadicción.
Excelente.