Guía para elegir actividades extracurriculares
Por: Diana Bello Aristizábal
Comenzó un nuevo año escolar y con él aparece la pregunta que siempre ronda la cabeza de los padres por estos meses: ¿Qué pueden hacer mis hijos después del colegio? Este interrogante viene acompañado de otros como ¿valdrá la pena invertir dinero en actividades extracurriculares? Y ¿realmente aportan algo?
La respuesta a estas dos últimas preguntas es un rotundo sí, pues contribuyen al desarrollo psicológico, emocional y motor de los niños, les ayudan a entender cuáles son sus fortalezas y gustos personales, mejoran sus habilidades sociales, les enseñan valores y fomentan el aprendizaje.
Esto no quiere decir que sea necesario destinar grandes sumas de dinero al mes para este fin ni que deje de haber espacio para el descanso, las actividades en familia, el juego o las tareas porque ese no es el objetivo de los programas extracurriculares.
De hecho, los expertos coinciden en que los momentos de ocio y juego libre, es decir, esas horas del día que no están condicionadas a una programación, son importantes para los niños al ser la oportunidad para que escojan qué hacer y cómo, lo cual en últimas les permite desarrollar su creatividad y practicar su libertad.
En aras de encontrar un equilibrio entre la vida académica, el esparcimiento desprogramado, el tiempo en familia y el descanso, lo mejor es intentar en la medida de lo posible no inscribirlos en cursos para los que deban destinar más de tres días a la semana en sesiones superiores a las dos horas para evitar fatiga o estrés. Por supuesto, esto dependerá también del horario laboral de los padres, el presupuesto de cada familia y los gustos propios de cada niño.
Lo que está de moda no siempre es lo mejor
Se entiende por actividades extracurriculares todas aquellas que se practican fuera del entorno académico y que aunque tengan un propósito claro desde el inicio y, quizás metas, sean después de la etapa inicial de adaptación divertidas y placenteras y no forzadas u obligadas.
El fútbol, por ejemplo, es un deporte exigente que conlleva un entrenamiento previo antes de cada partido y cuyo objetivo final es ganar por medio de goles. Sin embargo, quienes lo practican pese al esfuerzo físico que realizan y el deseo de competir se sienten a gusto con la rutina y genuinamente gozan el tiempo que le dedican.
Lo anterior está relacionado no solo con los intereses de cada persona, sino también con las habilidades innatas, pues tomando como ejemplo el caso anterior, un niño puede amar el fútbol pero si carece de un espíritu competitivo, se inclina más hacia las artes y las humanidades o le parece demasiado difícil es probable que con el tiempo pierda la motivación hacia el deporte.
Por eso, la principal recomendación antes de decidirse por un programa es que destine un tiempo para observar, escuchar y entender a su hijo (a). Esto implica saber qué lo hace feliz, qué lo motiva y qué le gusta hacer cuando nadie lo está mirando o no se tiene sobre él una expectativa. Además, conocer sus destrezas.
Una vez resuelto este punto, el siguiente paso es explicarles a los niños cuáles son sus opciones, en qué consisten y qué aprenderán para luego permitirles elegir. Puede ocurrir que una vez seleccionen la actividad deseada descubran una falta de interés hacia la misma.
Esto puede pasar por diversas razones, pero a menudo tiene que ver con que el niño eligió algo porque está de moda y otros compañeros de la escuela tomaron el mismo camino. Si es así, la situación puede convertirse en una oportunidad para enseñarle que está bien realizar actividades diferentes y que no tiene que seguir a la mayoría para encajar o ser aceptado.
Otro criterio para tener en cuenta es la edad. Los menores de cuatro años necesitan estar involucrados en actividades menos estructuradas en las que el principal ingrediente sea el juego. Incluso, puede ser suficiente pasar las tardes en un parque con otros niños sin recurrir a un programa formal.
Para los niños entre cuatro y cinco años son una buena opción las actividades que trabajan la motricidad fina y gruesa como el baile o la natación, mientras los mayores de seis años pueden estar enfocados en actividades de equipo como el baloncesto o el fútbol, los que llegan a los siete en oficios mucho más estructurados como tocar un instrumento y los mayores de ocho en clases que desarrollen la creatividad como el teatro o que estimulen el cerebro como los idiomas.
Alternativas
Entre la amplia gama de actividades para hacer después del colegio están los programas en academias privadas, los clubes y clases de las escuelas, los programas de voluntariado, los virtuales como el club de lectura de Scholastic, el club infantil de la NASA, ChessKid, FunClubs o National Geograhic Kids, entre otros, o los que ofrecen los condados. Estos son los de Miami-Dade que van de agosto 15 del 2024 a junio 5 del 2025:
Fit2Play: Pensado para niños de 6 a 14 años que quieran hacer actividad física. El currículo incluye juegos recreativos y deportes como QuickStart tennis y SNAG golf. El precio es de $15 por registración y una cuota semanal de $35.
Children’s Trust: Las actividades financiadas por esta organización a través del condado están dirigidas a jóvenes y adolescentes. Abarcan las áreas de la salud y el bienestar, artes, cultura, STEM y deportes. Los inscritos solo deben pagar $15 por registrarse, pues no hay cuota semanal.
Programas de recreación terapéutica e inclusión: Se trata de clases gratuitas y especializadas para jóvenes y adolescentes con discapacidades.
Para más información, visitar el enlace: www.miamidade.gov