Creando empatía y apoyo en la comunidad: “Caras Vemos, Corazones No Sabemos”

 

Por: Maria Alejandra Pulgar

 

Los tiempos modernos están creando comunidades donde la empatía y solidaridad escasean cuando un evento sacude la confianza en personas o instituciones que solían ser la referencia: un maestro brillante o líder religioso que comete abusos; un vecino confiable que se encuentra distribuyendo sustancias ilegales o abusa de su familia; un político corrupto que intenta violar procedimientos constitucionales o legales; Una persona que parecía ser confiable y, de repente, comete un delito que afecta a su comunidad. ¿Conocemos realmente quién nos rodea?

Vivimos en una cultura de “si ves algo, di algo”, que ha probado ser fundamental para ayudar a las autoridades a anticipar y proteger a las comunidades de grandes amenazas. Sin embargo, en muchos casos, la comunidad inmediatamente juzga a aquellos sospechosos de estar involucrados en un delito, sin conocer sus antecedentes e historias, que no excusan sus acciones, pero pueden traer luz para comprender sus motivaciones. Conocer las causas raíz también puede ayudar a evitar que otros cometan los mismos crímenes; Construir comunidades empáticas pueden facilitar la prevención del crimen y el abuso.

En nuestra vida cotidiana nos rodean un mar de rostros: vecinos, compañeros de clase, maestros, desconocidos en la calle. Pero tras estas caras se encuentran muchas experiencias, emociones y luchas invisibles. Caras vemos, pero no conocemos la alegría o el sufrimiento que podrían estar escondidos en sus corazones, especialmente aquellos que sufren adicciones o abusos, ocultos detrás de una fachada de normalidad. Si bien los signos físicos de abuso pueden dejar marcas visibles, las cicatrices emocionales y las batallas internas permanecen ocultas. ¿Cómo podemos detectar las posibles luchas ocultas dentro de nuestras comunidades antes de que ocurra una tragedia? Esa es otra forma de “ver algo, decir algo”.

 

Reconociendo las luchas ocultas

Si bien los maestros y las autoridades están capacitados para identificar signos de abuso o adicción, todos podemos conocer posibles indicadores y encontrar formas de ofrecer ayuda.

Cambios en el comportamiento o el estado de ánimo, como el aislamiento social, la ira o la irritabilidad. Negligencia de apariencia personal o higiene; pérdida o ganancia de peso inexplicables; fatiga notable o trastornos del sueño. Pérdida repentina de posesiones, préstamo de dinero o dificultad financiera; peleas fuertes o signos de inestabilidad en el hogar. Todos esos pueden ser signos de que una persona está pasando por angustia física o emocional o incluso abuso de sustancias u otras adicciones.

Pero, ¿cómo ayudar de forma segura y sin ser “entrometidos”? Debe comprometerse a ayudar si es necesario antes de decidir involucrarse. Si sospecha que alguien a su alrededor podría estar en problemas, abordar la situación con empatía y respeto es vital. Evite el lenguaje de acusación o juicio, o la intervención forzada. En cambio, simplemente exprese preocupación por lo que observa y ofrezca apoyo. Y no falte al voto de confianza regando chismes sobre los problemas de otros. Una cosa es informar a quienes pueden intervenir y apoyar y otra muy diferente es compartir la información con personas curiosas que no pueden o no están dispuestas a ayudar.

A veces, las víctimas de abuso o adicción no aceptan ni reconocen su situación. En esos casos, reitéreles su confianza, asegúreles que puede ayudarlos cuando estén listos y siga observando. Comparta sus propias experiencias si corresponde. Conviértase en una fuente de información sobre recursos, como la línea directa nacional de violencia doméstica (1-800-799-7233) o la línea de ayuda nacional de la Administración de Servicios de Abuso de Sustancias y Salud Mental (SAMHSA) (1-800-662-HELP).

Si el peligro es inminente, no dude llamar a las autoridades al 911 o 988 (línea directa de prevención de crisis de suicidio y salud mental).

 

Comprender las causas: Construyendo empatía para mejorar el futuro

La adicción y el abuso pueden ocurrir en situaciones inesperadas. Las personas de diversos orígenes, incluidas las personas aparentemente “normales” como maestros o esposos, pueden encontrarse luchando contra la adicción o participar en un comportamiento abusivo, y las causas varían desde la predisposición genética, el trauma infantil, los problemas de salud mental o los factores sociales como la presión social o fácil acceso a las sustancias. Las situaciones externas como problemas de inmigración, divorcios, enfermedades inesperadas o luchas financieras pueden causar traumas que hacen que las personas cambien sus comportamientos, tomen malas decisiones o se involucren en actividades inadecuadas.

No sabemos por lo que están pasando los demás. Cuando observamos y somos empáticos con las necesidades de los otros, hacemos que nuestros espacios sean un lugar mejor para vivir y damos ejemplo para nuestras generaciones más jóvenes. Romper los ciclos y el abuso en las comunidades es un esfuerzo grupal, y crear espacios donde las personas se sientan seguras para pedir ayuda, apoyadas, reconocidas y ayudadas en todos los niveles y etapas de sus vidas, pueden ayudar a prevenir el crimen y lograr sociedades más saludables y felices. Vale la pena hacer el intento.

 

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