Los matices de ‘Adolescencia’: Verdades incómodas y necesarias para padres.

 La miniserie  de Netflix muestra lo desconectados que están los padres de las tendencias, intereses y formas de comunicación de los adolescentes.

 

Por: Diana Bello Aristizábal

 

Un niño de 13 años. Acusado de asesinato. Hijo de padres trabajadores de clase media. Estas son las tres premisas que los espectadores de la miniserie de Netflix ven en su primer episodio en el que se vislumbra un primer matiz: lo que sigue es más escalofriante que descubrir si Jamie Miller, el personaje principal, es o no culpable.

 

‘Adolescencia’ no es solo una miniserie de crimen, bullying o redes sociales, aunque haya tomado esos tres elementos como telón de fondo. Es más bien un crudo y profundo retrato universal de los adolescentes.

 

Es esa profundidad en su relato lo que ha hecho que tantos padres estén ahora hablando sobre lo que implica tener un hijo adolescente, más aún cuando los padres de Jamie, Eddie y Manda Miller, repasan sus errores con total honestidad y humildad.

 

Ellos analizan con valentía su labor parental, a pesar de que su hijo ha sido acusado de asesinato. Esto podría tomarse como una invitación a que el resto hagamos lo mismo, pues aunque la historia como tal es ficticia, está basada en muchos casos de la vida real.

 

El abismo entre adolescentes y adultos, y la ira masculina

Cuando hay que mirar adentro, el primer impulso es señalar al exterior. En esta historia, lo más sencillo, aunque no lo más acertado, sería culpar a las redes sociales de lo perturbado que estaba Jamie, quien pasaba una parte significativa de su tiempo encerrado en su habitación detrás de una pantalla. Esa sería una mirada reduccionista.

 

Dra. Beatriz Martinez Nuñez

“Lo que muestra la serie es lo desconectados que estamos los adultos de las tendencias, intereses y formas de comunicación de los adolescentes. Aunque esta brecha es histórica porque en todas las épocas los adolescentes han tenido la sensación de que sus progenitores no los entienden, con el mundo digital parece que hay una distancia mayor”, dice la doctora Beatriz Martínez Núñez, psiquiatra infantil y de adolescencia.

 

Esto se evidencia en la miniserie cuando Adam, el hijo adolescente del policía que está investigando el asesinato, le da una cátedra de emojis a su padre, quien hasta ese momento había asumido como amigable una conversación de Instagram entre dos adolescentes.

 

Los emojis de la conversación hacen parte del código secreto de los adolescentes de hoy que esconden conductas e ideologías preocupantes a la vista de los adultos. El emoji de la pastilla roja, por ejemplo, hace referencia a ‘ver la verdad’ y está asociado con la misoginia, por lo cual cuando alguien lo publica está diciendo que despertó y ya no cree en la igualdad.

 

Entre tanto, el emoji de dinamita alude a un acto violento y si se combina la dinamita con la pastilla roja, el mensaje que busca transmitir el emisor es que su receptor forma parte de la cultura incel que se define como un grupo de hombres ‘célibes involuntarios’ al no despertar el interés del sexo opuesto. Conocer estos conceptos e ideas puede ser muy útil a la hora de abordar la crianza.

 

Al respecto, la Dra. Martínez comenta que los algoritmos de las redes sociales le muestran al usuario contenidos que coinciden con sus creencias. En el caso de Jamie, tenía una imagen tan distorsionada de sí mismo al punto de verse como poco exitoso con las niñas que cayó presa de un movimiento conocido como ‘manósfera’, compuesto por páginas web, blogs y foros en línea que promueven una masculinidad tóxica ligada a la misoginia.

 

Claire Oueslati-Porter

Pero este concepto no nació en la era digital. “Hay una fuerte percepción de que las redes sociales están lastimando a los adolescentes e intensificando la violencia masculina y aunque eso es cierto, hay muchas manifestaciones de una masculinidad violenta que no comenzaron en Internet como los combates en jaula y otros deportes populares que se consideran entretenidos y emocionantes”, reflexiona la antropóloga Claire Oueslati-Porter.

 

En este sentido, la sociedad ha puesto en un pedestal ciertos modelos de masculinidad que tienden a ser dominantes y despectivos hacia la mujer y que promueven una competitividad insana entre los hombres por quien conquista la mayor cantidad de mujeres y acumula más logros y esto es algo que genera una presión muy grande en un cerebro joven.

 

“Si este fuera un tema de hacer que los niños no estén en sus teléfonos, el problema sería fácil de resolver, pero no es tan simple porque el sexismo y la misoginia están impregnados en la sociedad. Algo similar ocurrió en los 70’s y 80’s cuando se decía que las mentes de los niños estaban siendo arruinadas por las horas que pasaban al frente del televisor, así que me pregunto si esta no es la última tecnología a la que estamos culpando por un problema que la precede”, dice Oueslati-Porter.

 

Hay que entender que la violencia patriarcal no solo afecta a las mujeres, sino que también genera un impacto negativo en los hombres, víctimas de un sistema que les ha dicho que la ira hace parte de su naturaleza cuando es un constructo social.

 

Esta creencia de que ser hombre es expresarse desde la rabia y enfocarse en los logros se refleja en el personaje de Eddie Miller, quien ignora el mal ejemplo que ha sido para su hijo con sus arranques de ira que, incluso, lo han llevado a golpear objetos.

 

Tampoco es consciente del daño que le ha causado a Jamie al estar obsesionado con que cumpla sus expectativas. Su cara de decepción y mirada esquiva después de un partido de fútbol en el que Jamie no pudo anotar dejó una huella en él que terminó por mermar su autoestima.

 

Y es en este punto en el que la serie se pone difícil de digerir: a pesar de todo, Eddie no es violento en la forma que usualmente vemos en pantalla porque no es narcisista, ni golpea a su esposa o hijos, ni es un abusador psicológico. De hecho, tiene una relación bonita con Manda y ama a Jamie. ¿Entonces qué pasó?, ¿no son acaso las familias evidentemente disfuncionales las que viven situaciones como la de Jamie?

 

“Si tu has tenido un padre violento que te daba con un cinturón, aprendes quizás a no ir de cero a cien, sino a abrir la válvula de escape progresivamente con momentos en los que estallas, pero sin llegar a caer en la violencia pura. El hasta le dice a su esposa que se ha reprimido muchas veces”, explica la Dra. Martínez sobre Eddie, víctima de violencia física de niño.

 

Por eso, la lección aquí es que los padres no deben compensar a sus hijos por los demonios que llevan dentro, sino sanarlos porque hasta una rabia dosificada puede causar estragos. “Si consideras que la herida del pasado es tan grande, yo te animaría a que buscaras un espacio psicoterapéutico en el que aprendas un modelo sano que no consiste en enfadarse pero reprimirse”.

 

Un consejo adicional es que si bien las redes sociales no son el origen del problema, no es conveniente que los adolescentes tengan carta abierta para usarlas sin restricciones ni horarios como tampoco que accedan a ellas en espacios no supervisados. Éstas fomentan el aislamiento que está ligado a diversos problemas de salud mental.

 

En el caso de Jamie, sus padres trabajaban tanto que la tecnología era su única fuente de validación y cuando ni allí hubo un espacio para él, se quedó sin herramientas para lidiar con sus emociones.

 

Por eso, la recomendación final es jamás permitir que las ocupaciones creen una distancia tan grande que dejemos de conocer a nuestros hijos y su mundo interior.

 

 

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