Nanoplásticos: ¿Podemos escondernos del peligro?

 

Por: Maria Alejandra Pulgar

 

Los plásticos están en todos los ámbitos de nuestras vidas. Su invención a principios del siglo XX representaba un avance para innumerables procesos en todo el mundo. La creación de estos materiales sintéticos revolucionó las industrias y mejoró la vida de las personas.

Pero en ese momento, nadie pensó en lo que sucedería con esos materiales desechables una vez que ya no estaban en uso. Aquí estamos 100 años más tarde, no solo con vertederos llenos de toneladas de plástico, sino también un ambiente lleno de partículas de sustancias tan pequeñas que no hay forma de deshacerse de ellas. Su impacto en el medio ambiente y la salud humana es innegable; Son objeto de una gran cantidad de estudios en todo el mundo y en los objetivos de la ONU para un mundo sostenible.

Los microplásticos son pequeñas piezas de cualquier tipo de material de sintético que mide menos de cinco milímetros de largo, mientras que los nanoplásticos son partículas que miden menos de 100 nanómetros, que es menos que un cabello humano. Si bien algunos se han creado con un propósito específico, la mayoría de ellos son el resultado de la degradación de desechos plásticos más grandes después de ser expuestos a factores ambientales. Lavar la ropa sintética, el desgaste de los neumáticos al conducir, la incineración de plásticos en vertederos o la meteorización de los plásticos que quedan al aire libre son todas las formas en que los micro y los nanoplásticos ingresan al medio ambiente.

Entran en ecosistemas naturales a través de diferentes fuentes, como cosméticos o procesos industriales, pero deshacerse de ellos no es una tarea fácil. En este punto, debemos centrarnos en la prevención, porque revertir el daño que se ha causado al medio ambiente con los plásticos, aunque no es imposible, llevará un buen tiempo, talento y tesoro tanto de individuos como de gobiernos.

 

Podemos correr, pero no podemos escondernos.

La conveniencia del uso de plásticos se ha convertido en una bendición y una maldición al mismo tiempo. Como ejemplo, piense por un momento de una madre en la década de 1950 cuidando a sus bebés con botellas de vidrio y pañales de tela. Con el uso de los desechables, las tareas que tomaban mucho tiempo para completarse resultaron obsoletas, dando a las personas más tiempo para dedicar a otras actividades, unirse a la fuerza laboral o desarrollar nuevos procesos que respaldaron la rápida evolución del mundo en el siglo XX. Sin embargo, esto ha dejado su huella en el medio ambiente, y ahora estamos lidiando con las consecuencias.

Mientras que los microplásticos primarios se desarrollaron para ser lo suficientemente pequeños como para usarse en productos como cremas faciales o pasta de dientes, los microplásticos secundarios son el resultado de la degradación de plásticos más grandes, que al descartarse se exponen a factores ambientales o procesos de manejo de desechos.

Se han encontrado microplásticos en entornos marinos en todo el mundo y pueden transportar productos químicos tóxicos que se acumulan en la cadena alimentaria. Cuando los animales ingieren esos microplásticos, las toxinas pueden transferirse a otros organismos y, en última instancia, a los humanos. Se ha demostrado que algunos microplásticos concentran contaminantes del agua de mar, creando condiciones aún más peligrosas para el medio ambiente.

Los nanoplásticos, los “hermanitos” de los microplásticos, aparecen como el resultado de la degradación ambiental de los materiales plásticos o como el residuo de los procesos industriales. Son tan pequeños que pueden viajar largas distancias, infiltrarse en otros entornos más fácilmente y penetrar células y tejidos en organismos vivos; Han sido detectados en el aire, la nieve, el suelo y el agua de mar. Estudios recientes publicados por el Centro Nacional de Biotecnología han discutido el hallazgo de nanoplásticos en sangre humana, células hepáticas y pulmonares, y tejidos reproductivos. Su tamaño e impacto potencial constituyen un desafío único para los científicos que buscan formas de controlar su prevalencia en el medio ambiente.

 

La proactividad es clave para prevenir los riesgos.

¿Qué se puede hacer? ¿Está la humanidad condenada a sucumbir al envenenamiento con plástico? El futuro no es tan sombrío, pero especialmente en los países más desarrollados, las personas deben tomar la iniciativa y ser proactivas para reducir y prevenir el aumento de los microplásticos y la contaminación de los nanoplásticos en todo el mundo.

Evitarlos completamente puede ser difícil, pero pueden reducirse con medidas simples como: elegir productos naturales como una alternativa a los cosméticos con micropartículas; favorecer la ropa hecha de fibras naturales para reducir el desprendimiento microplástico al lavarlos; Apoyar las prohibiciones de plásticos de un solo uso; organizar campañas de limpieza en áreas públicas o playas; o abogar por el reciclaje y la reutilización y para mejores sistemas de gestión de residuos que eviten las fugas de plástico en el medio ambiente.

Sin embargo, cualquier iniciativa individual para corregir el problema de desechos plásticos para el medio ambiente no puede ser efectivo sin gobiernos e industrias que implementen políticas que respalden la reducción de la producción y uso de plástico o sin inversiones en la investigación para encontrar nuevos materiales menos dañinos para el medio ambiente.

Las primeras dos décadas del siglo XXI han llevado a una mayor conciencia mundial sobre el impacto de los microplásticos en el medio ambiente y la salud humana. Los estudios en Asia, Europa y Estados Unidos han investigado los efectos de la contaminación plástica, aumentando la preocupación por el problema y la necesidad de prevenirlo y corregirlo.

La preocupación por los microplásticos y los nanoplásticos como una amenaza para el medio ambiente y, en consecuencia, para la salud humana, lejos de ser una fuente de miedo, debería ser una llamada de atención para asumir colectivamente nuestra responsabilidad de hacer nuestra parte para cuidar el entorno. Las acciones que tomemos hoy determinarán el legado que dejaremos. El camino hacia adelante es claro: reducir, innovar y colaborar para preservar un planeta más saludable para nuestras futuras generaciones.

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