Adolescentes en la era digital: ¿Un misterio sin descifrar?

 

Por: Diana Bello Aristizábal

 

DORAL , FL –  De acuerdo con el Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos, aunque durante la adolescencia cambia la relación entre padres e hijos, los adultos son determinantes para el desarrollo positivo de los adolescentes, pues ayudan a dar forma a su educación, moral, valores sociales y visión del mundo.

Pese a esta realidad ineludible, en estos tiempos de hiperconectividad, muchos padres no saben cómo abordar a sus hijos adolescentes y de qué manera construir una relación saludable con ellos a través de una buena comunicación.

Y es que es precisamente en este periodo de la vida cuando comienzan a adoptar comportamientos como encerrarse en su habitación, volverse muy reservados y pasar demasiado tiempo en el celular.

Sin embargo, aunque sin duda entender el comportamiento de los adolescentes es todo un reto para muchos, sí es posible entablar una relación saludable con ellos con una gran dosis de paciencia, tolerancia y conocimiento.

 

Entendiendo la mente adolescente

Para Christina Balinotti, fundadora de la Universidad de la Familia ¡Ahora Sí!, doctora en sicología y experta en el área de la familia, lo primero que hay que saber es que de acuerdo a las más recientes investigaciones en neurociencia, la adolescencia termina a los 30 años y no a los 19 o 20 como se pensaba antes.

Con esta opinión coincide en parte Patricia A. Ares-Romero, doctora en siquiatría y neurología y directora médica de Jackson Behavioral Health Hospital, quien considera que el cerebro del adolescente no alcanza la madurez sino hasta los 25 años.

“Su cerebro es inmaduro en el área de la corteza prefrontal que se encarga de ayudar en el control de las emociones. Se podría decir que el adolescente al no tener desarrollada esa zona está secuestrado por sus emociones”, explica la doctora Balinotti.

Este hecho biológico hace que esta etapa sea muy confusa para quien la está viviendo. “Hay una sensación de incomodidad muy grande en las emociones y solo funciona el placer y la recompensa instantánea”, comenta Balinotti.

No obstante, cabe aclarar que si bien esto trae dificultades, el adolescente debe hacerse responsable de sus acciones. “Lleva un tiempo aprender a controlar las emociones y el papel del adulto es ponerle límites para que tome las mejores decisiones”, asegura la doctora Ares-Romero.

 

Disciplina con amor

La relación con los adolescentes debe construirse desde mucho antes de que llegue la adolescencia o en la adolescencia primaria entre los 12 y 14 años. Sin embargo, nunca es tarde para afianzar el vínculo y cambiar las dinámicas de la casa.

De acuerdo con la doctora Ares-Romero, lo más importante es tener unas reglas claras y consistentes en casa que se pueden implementar en cualquier momento aún si no se ha hecho esto antes. “Hay que explicarles qué se espera de ellos y poner unas consecuencias involucrándolos en las mismas”, asegura.

Poner límites con la tecnología es especialmente importante en la actualidad, pues es una forma de protegerlos del matoneo escolar que ya no acaba cuando se llega a la casa, sino que se prolonga a través de una pantalla.

Por eso, aunque los adolescentes de estos tiempos se comuniquen principalmente por medios digitales, cada familia debe fijar unos límites para que la tecnología no sea la principal herramienta de comunicación y así evitar, por ejemplo, que la familia recurra a conductas como hablarse por mensajes de texto cuando todos están presentes en casa.

De acuerdo con ambas especialistas, la comunicación debe afianzarse todos los días tratando de tener un hogar de puertas abiertas que significa no solo poder hablar libremente de las dificultades de la vida sino limitar conductas como cerrar las puertas de las habitaciones.

“Ellos necesitan cerrar las puertas para sentir que tienen algo de control, pero es importante estar atentos a lo que hacen y cuando cierran la habitación y tienen Internet pueden exponerse a situaciones peligrosas”, explica la doctora Ares-Romero.

Al respecto, la doctora Balinotti opina que la privacidad es un acto que solo debe ejercerse cuando se tiene un cerebro lo suficientemente maduro para tomar decisiones acertadas.

“Debemos explicarles que la puerta del dormitorio debe estar abierta porque están en la casa de mamá y papá y que luego cuando trabajen y ganen dinero podrán cerrar las puertas de su casa”, comenta.

Pero de acuerdo con ambas, no se trata únicamente de fijar  reglas, sino de estar presentes y saber realmente a qué dedican su tiempo, qué personas frecuentan, cuál es su entorno, quiénes son los padres de sus amigos y qué planes tienen, al igual que hablarles de los cuidados que deben tener y de la responsabilidad de sus decisiones.

“Con el tema de la tecnología, por ejemplo, podemos decirles: ‘Veo que entras mucho a YouTube, cuéntame qué estás viendo’ e interesarse por entender lo que a ellos les gusta”, añade.

Este tema la doctora Balinotti lo resume como tener asertividad y acompañarlos con autoridad experta desde la niñez hasta la adultez. “La asertividad es poner reglas sin gritos ni golpes y dialogar sin prohibir convirtiéndose en un facilitador que le ayuda al hijo a descubrir quién es, qué quiere hacer y cuáles son sus sueños”, comenta.

 

Diálogo constructivo

Dado que el diálogo es una de las herramientas de crianza más valiosas, es preciso entender y dominar el arte de la conversación para tener una buena relación con los hijos adolescentes, tanto en la adolescencia primaria (13 o 14 años) como en la última parte de esta etapa.

¿Y cómo debe ser ese diálogo? Para la doctora Balinotti, la clave es escuchar a los hijos un 80 por ciento y hablar un 20 por ciento. “Los sermones cansan y cortan la comunicación. Por eso, hay que promover un diálogo diario con ellos desde una edad temprana que se convierta en una rutina incorporada”, asegura.

Tampoco funcionan los cuestionarios ni forzarlos a hablar. En cambio, suele ser muy efectivo que los padres sean quienes inicien la charla hablando de sí mismos o contando cómo estuvo su día para dar pie a que ellos hagan lo mismo. 

Una opinión similar tiene la doctora Ares-Romero quien asegura que compartir vivencias personales con los hijos ayuda a que estos se sientan más cercanos e identificados con sus padres. “Así dejan de verlos como seres perfectos que no tienen dificultades”, comenta.

Dialogar con los hijos no debería ser una tarea difícil de lograr aún cuando haya poco tiempo disponible, pues se puede iniciar un diálogo en momentos cotidianos como la cena o, si esto no es posible, incluso, alrededor de un jugo de naranja, unas galletas o un café.

También invitándolos a juegos de mesa que los ayuden a desconectarse un poco de la tecnología y de paso sirvan de excusa para conversar. “El diálogo es el pegamento de la relación entre adultos y adolescentes porque estamos dándoles calidad de tiempo”, asegura Balinotti.

Otras opciones son buscar encuentros fuera de la casa, establecer rutinas en familias como, por ejemplo, desayunar juntos todos los días e involucrar a los amigos más cercanos en las dinámicas familiares. “Podemos decirle al hijo adolescente ‘me enteré que tienes una novia, me gustaría conocerla, ¿por qué no la traes a la casa?’”, aconseja la doctora Ares-Romero.

Pero en estos acercamientos es muy importante no desmotivarse aún si la respuesta del adolescente no es alentadora. “Los jóvenes son hambrientos de comunicación y aunque a veces parece que no quieren tener nada que ver con nosotros, la realidad es que nos necesitan”, asegura la especialista.

Sin embargo, es preciso aclarar que dialogar con ellos no significa convertirse en un amigo, pues un padre debe ofrecerse como una figura de identificación válida que pone límites más no como un amigo.

Por otro lado, también es importante recurrir a la empatía evitando frases como ‘yo a tu edad ya trabajaba’. En lugar de eso, hay que convertirse en esa persona a la que los hijos acudan cuando tengan un problema.

“No conseguimos nada condenando o juzgando a nuestros hijos por sus acciones, en lugar de eso escuchémoslos sin hacer juicios. Si no lo hacemos, ellos buscarán consejos en otras personas que posiblemente no sean los mejores”, asegura Balinotti.

Esto lo sabe bien Erika Dambreville-Olaya, madre de una niña de 14 años, quien vivió una adolescencia difícil porque nunca vio a su madre como un punto de apoyo. “Nunca sentí que podía acudir a mi mamá si tenía un problema porque en el ambiente que crecí no se cuestionaba la autoridad ni podía expresarme libremente”, asegura.

Esto la llevó a tener muchos problemas emocionales mientras crecía que la hicieron adoptar un comportamiento rebelde, aunque precisamente fue ese comienzo difícil lo que la ha llevado a ser una buena madre para su hija.

“Como mamá intento recordar cómo era yo a la edad de mi hija, qué miedos tenía, la presión que sentía y lo difícil que fue acostumbrarme a la secundaria, nunca la golpeo ni la grito porque sé que después me arrepentiré. Entiendo que a veces tiene momentos difíciles y trato de caminar junto a ella cuando esto sucede”, dice.

En conclusión, la clave para descifrar el misterio de la adolescencia es entender que se trata de un periodo transitorio, darles la oportunidad de pasar por él con el apoyo de los padres y asegurarse de que estos no solo sean una figura de autoridad, sino de alivio y protección.

 

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