Crisis climática: ¿Qué estamos haciendo mal?

 

Por: Diana Bello Aristizábal

“Si la solución a la crisis climática fuera cambiar bolsas de té por hojas de té sueltas y ser vegetarianos una vez a la semana, entonces no tendríamos una crisis”, aseguró Greta Thunberg, activista del medio ambiente, a propósito de una problemática que tiene en jaque al planeta y que exige acciones radicales, no para revertir el daño hecho sino para evitar una catástrofe climática en la tierra, nuestra casa y la de todas las especies.

Por eso, este mes de abril, que el 22 celebra el Día de la Tierra, en lugar de “vestirnos de verde” en las redes sociales con mensajes alusivos al cuidado del medio ambiente, reflexionemos sobre cómo podemos unirnos para reparar esta casa que lleva décadas pidiéndonos que la protejamos, aunque nosotros insistamos en dañarla.

Nuestra madre tierra comenzó a implorar ayuda en los 70 al incrementar su temperatura mientras los científicos advertían que no teníamos la capacidad de adaptarnos a esa realidad. Hoy, con el informe de síntesis del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de la ONU (marzo del 2023), se sabe que la tasa de aumento de la temperatura durante el último medio siglo ha sido la más alta en 2 mil años.

Esto no es difícil de creer si tomamos como referencia lo experimentado en Florida en lo que va del 2023. Durante los primeros días de febrero se alcanzaron temperaturas récord cercanas a los 85ºF en algunos sectores de Miami-Dade y Broward, lo cual está por encima de lo visto en otros años para el mismo mes.

Como resultado, en marzo se vivió un periodo de sequía en algunas partes, particularmente al interior del condado de Palm Beach y el centro del estado, incluyendo la costa suroeste y el área de Orlando. En Miami-Dade algunos sectores mostraron condiciones anormalmente secas a moderadas.

“Nos estamos acercando a niveles críticos de aumento en las temperaturas globales”, advierte sobre este tema Carlota Sarmiento D’costa, consultora e ingeniera ambiental y profesora de ciencias.

Este punto de vista coincide con el de Joanne Pérodin, directora general de equidad climática de The Cleo Institute, organización sin ánimo de lucro que se dedica a educar sobre la crisis climática, quien señala que según las predicciones tendremos más días de calor extremo con temperaturas por encima de los 90ºF por varias horas consecutivas no solo en Florida sino en otras partes de Estados Unidos.

Lo preocupante es que en 10 años podríamos estar en niveles aún más alarmantes en esta parte del mundo. Según datos del First Street Foundation, los científicos predicen que Miami-Dade experimentará índices de calor de 103 grados durante 34 días al año para el 2033.

Todo este panorama supone un incremento en el nivel del mar, un riesgo para las reservas de agua en el subsuelo, cambios en el comportamiento de los animales, huracanes más frecuentes y devastadores, más sequías, pérdidas en la producción agrícola, problemas de salud y hasta un impacto en la economía de las familias que pagan facturas de electricidad más elevadas por el uso excesivo del aire acondicionado.

En cuanto a los cambios en el comportamiento de los animales, el aire seco y las altas temperaturas, que se salen cada vez más de los parámetros normales para el Sur de la Florida, han hecho que modifiquen sus patrones de migración.

“Los animales no quieren parar acá porque su mecanismo interno les está indicando que este no es el lugar correcto para ellos en términos de temperatura y humedad. Como consecuencia, siguen de largo y muchos se cansan en la mitad del océano y mueren”, explica Sarmiento D’costa.

Y la amenaza es también para nuestra especie humana durante la temporada de huracanes que aunque tradicionalmente comienza el 1 de junio y se extiende hasta el 30 de noviembre, este año se está hablando sobre la posibilidad de darle inicio desde el 15 de mayo.

“Dado que en años recientes la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés) y otras instituciones involucradas en predicciones metereológicas han visto tormentas provenientes del Atlántico formarse mucho antes de junio, este año se está considerando ampliar la temporada”, afirma la experta de The Cleo Institute.

 

Una generación contagiada de Wi-Fi

A juzgar por las predicciones de los expertos, nuestra casa está en llamas y las consecuencias cada día son más serias. Pero, ¿qué estamos haciendo nosotros desde la comodidad de nuestro hogar además de quejarnos de las altas temperaturas y señalar a los gobiernos y a las grandes corporaciones como responsables de la crisis climática?

“La generación actual (conocida como la Z) no se ha contagiado de hacer activismo por el medio ambiente como nos pasó a otras. Su mayor amenaza no es morirse por el calentamiento global sino quedarse sin batería en el celular o sin Wi-Fi porque nada puede ser peor que una semana sin teléfono”, comenta Carlota.

Lo curioso es que si seguimos por el mismo camino, experimentaríamos apagones de luz que dejarían inservibles esas pantallas a las que tanto nos hemos acostumbrado y de las que dependemos para casi todo.

Por esta razón, el primer paso es que haya un cambio de mentalidad que nos haga participar en la toma de decisiones que nos afectan a todos y cambiar nuestros hábitos aunque nos incomodemos un poco.

Por ejemplo, se sabe que la ampliación de la frontera urbana, es decir, la construcción de todo tipo de infraestructuras, está alterando la función natural de acuíferos, como los pantanos, que actúan como un tapón de protección en la saturación del suelo logrando regular el aumento del nivel del mar y sirviendo de ventilador frente a humedades extremas.

Esto sucede porque en la planeación de los proyectos no se contempla el impacto ambiental que pueden generar. Pese a esto, no se ejerce la suficiente presión sobre quiénes toman decisiones ni es común que las personas se organicen para hacer oposición. “Hoy, estar activos en los procesos de votación y participación ciudadana es crítico”, asegura la ingeniera ambiental.

Con esta opinión coincide Pérodin, quien afirma que la única manera en que el gobierno y las corporaciones se tomen en serio la crisis climática y las implicaciones de, por ejemplo, extraer recursos como el petróleo, que es una fuente importante de emisiones de gases de efecto invernadero, es con presión.

“El problema es que para que esto ocurra, la gente tiene que educarse sobre qué está contribuyendo con la crisis climática y qué soluciones se pueden poner sobre la mesa”, dice. Por ejemplo, saber que existen fuentes de energía alternativas mucho más amigables con el medio ambiente porque liberan menos químicos como los paneles solares o los carros eléctricos.

Pero de acuerdo con Sarmiento D’costa, la educación comienza en casa con padres responsables que críen niños con consciencia medio ambiental. “Es fundamental que regresemos a lo que solían decirnos nuestros padres: Cierra la llave al cepillarte los dientes, apaga la luz, no gastes agua de más, no tires basura al suelo, no utilices pitillos de plástico y opta por una botella reutilizable”, señala.

Por supuesto, los adultos primero deben dar ejemplo. Quizás sin saberlo, muchos por comodidad tenemos hábitos que amenazan el medio ambiente como utilizar plástico, conducir vehículos convencionales y no eléctricos o utilizar productos abrasivos como aerosoles.

El problema del plástico, que es considerado el mayor contaminante del planeta, y de los demás residuos no orgánicos que a diario desechamos es que van a parar a una planta donde son incinerados. Este proceso libera unos químicos que se quedan en el ambiente y con el tiempo contribuyen con la crisis climática.

La solución a este problema sería reciclar o reutilizar al máximo todo lo que consumimos, preferir contenedores de vidrio u otros productos biodegradables y hacer mercado con bolsas de tela. “Aunque en Miami no exista una cultura alrededor del reciclaje, podemos unirnos con nuestros vecinos y por turnos llevar los residuos de todos a plantas de reciclaje”, aconseja Carlota.

Otras recomendaciones incluyen llenar el tanque del vehículo en la noche porque durante el día las altas temperaturas ayudan a evaporar la gasolina y se genera un mayor desperdicio, asegurarse de tener las llantas bien infladas para evitar que hagan más esfuerzo al moverse y, por ende, gasten más gasolina; y reducir el consumo de carnes, puesto que la actividad agrícola también produce gases de efecto invernadero.

“La crisis climática nos afecta a todos individualmente de una u otra manera. Por eso, es urgente tener una conversación con los vecinos y los seres queridos sobre el tema y comprometerse con organizaciones que estén trabajando en acciones climáticas”, concluye la experta del The Cleo Institute.

 


 

¿Qué se está haciendo en el condado de Miami-Dade?

Uno de los motivos por los cuales algunas zonas del condado están tan calientes es porque tienen copas de árboles bajas. Al estar altas, como ocurre en sectores como Coral Gables, las altas temperaturas son absorbidas por éstas ayudándonos a mantenernos frescos.

Por eso, la alcaldesa de Miami-Dade, Daniella Levine Cava, se propuso hacer crecer la la copa de los árboles del condado en un 30 por ciento para el 2030, siendo esta su principal estrategia para combatir la crisis climática.

Esta iniciativa pretende beneficiar las zonas que ya se han identificado como las más problemáticas, tales como Opa-locka, Brownsville, Gladeview, West Perrine, Naranja, West Little River, Goulds, Pinewood, Westview y Hialeah, entre otras, según datos de la organización People Acting for Community Together (PACT).

Para lograrlo, el condado recibió $1.5 millones en fondos para restaurar y mantener árboles, así como $2.5 millones de la Junta de Comisionados del Condado destinados a la plantación de nuevos árboles.

Así mismo, creó el programa ‘Adopt-a-tree’, a través del cual las familias que así lo deseen pueden recibir hasta dos árboles gratuitos cada año.

 

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