Del “escrache” y los “rojitos escrachados”.

David Pérez Hansen, @perezhansen

 

Que nadie venga a darse “golpes de pecho” y a decir que no le “entra un fresquito” al ver la cara de los funcionarios chavistas o sus conexos, siendo increpados por los venezolanos que los reconocen en el extranjero dándose la gran vida, en lugar de sufrir las penurias en las que su Revolución del siglo XXI ha sumido a la tierra de Bolívar.

Solo acá en el sur de la Florida hemos sido testigos de al menos tres incidentes en los que ciudadanos, con toda la razón de estar indignados (por no utilizar la palabra correcta), han confrontado públicamente a sujetos que han tenido vínculos con el régimen que lleva 18 años destrozando Venezuela y ahora se pasean, como si nada, en  su tan odiado Imperio.

Los que protagonizan estas protestas, denominadas “escrache”, y con orígenes en los países del cono sur americano, reivindican su derecho de expresar la rabia acumulada frente a quienes han sido corresponsables de la diáspora venezolana y la tragedia cotidiana que hoy se vive en las calles de ese país frente a los hechos por todos conocidos.

A estas alturas, es importante contextualizar el tema.

Según La Fundación del Español Urgente,  Fundéu BBVA,  una institución sin ánimo de lucro que tiene como principal objetivo impulsar el buen uso del español en los medios de comunicación, “la palabra escrache es adecuada para referirse a las manifestaciones que se convocan frente al domicilio o el lugar de trabajo de personajes públicos para reprobar su comportamiento en determinados asuntos políticos o sociales.

Según el Diccionario de americanismos, de las Academias de la Lengua, escrache alude a la ‘manifestación popular de denuncia contra una persona pública a la que se acusa de haber cometido delitos graves o actos de corrupción y que en general se realiza frente a su domicilio o en algún otro lugar público al que deba concurrir la persona denunciada’.

El término se popularizó en los años noventa en Argentina para referirse a las manifestaciones organizadas frente a los domicilios de procesados por delitos cometidos durante la dictadura que luego habían sido puestos en libertad”.

Dice un refrán popular: “el que siembra vientos, cosecha tempestades” y nada más aplicable al chavismo y sus casi dos décadas de abusos, atropellos, burlas y desmanes frente a quienes piensan diferente y se atreven a manifestarlo. Peor aún el escenario si nos vamos a las imágenes de represión frente a las protestas que ya se acercan a los dos meses. Para los que somos venezolanos y hemos tenido que abandonar la patria, el sentimiento de impotencia tiende a volverse ira, y nada más volátil cuando reconoces frente a ti a quien tiene su cuota y, seguramente, también tuvo su “buena tajada”.

El hecho, como no podía ser de otro modo, tuvo sonadas repercusiones dentro de Venezuela, afectando al reconocido comunicador César Miguel Rondón, quien en un tweet del 12 de mayo, se preguntaba: ¿Cómo se siente ser escupido en todo el planeta? ¿Que no haya sitio dónde esconderte, avión dónde volar? ¿Que ya no tengas paz jamás? Esto motivó la respuesta del dictador venezolano, Nicolás Maduro, quien el 16 de mayo  afirmó: “César Miguel Rondón debería estar acusado judicialmente por promover el odio”.

Lo que se le pasó al tirano inquilino del Palacio de Miraflores antes de emitir el veredicto que desencadenó en la ilegal anulación del pasaporte del comunicador social y su esposa tan solo un día después de su patibularia cadena de radio y televisión, fue leer el editorial que este había escrito horas antes, bajo el título “Nobleza y Puputov”.

En el primer párrafo, Rondón afirma:

“Últimamente hemos visto cómo venezolanos en el exterior, en el Sur de la Florida, España, Francia, Australia han acosado a prominentes personajes del régimen o a sus familiares. Esto, de buenas a primeras, luce como una manera de desahogar años, lustros de rabia, frustración, penurias, dificultades. Pero una cosa es manifestar frente a una embajada que es representación del gobierno opresor; o, digamos, abuchear a la “Almiranta en Jefa” que sale de una lujosa zapatería en Madrid, y otra meterse con los hijos y familiares de los funcionarios corruptos y represores. Los padres son responsables de las acciones de los hijos, hasta cierta edad. Pero la inversa no funciona”.

Se presenta como una paradoja que quien se queja del odio, sea el mismo que sentencie a priori, sin tomarse los segundos necesarios para leer tan importante reflexión. Y es que bajo la lógica del chavismo, el fuego se combate con gasolina y los propulsores del odio se convierten en víctimas de quienes no entienden la nobleza de sus garrotes y la ternura de las balas.

Quienes han estudiado el comportamiento humano saben de los peligros de las manifestaciones irracionales movidas por sentimientos primarios. De allí que en redes sociales, no sean pocos los que se han pronunciado a favor de evitar “parecerse a aquello a lo que se combate”.

Para Lorena Arraiz, consultora de comunicación política y profesora universitaria, “masacrar verbalmente a los familiares de los chavistas que están desperdigados por el mundo, no ayuda a la reconstrucción social del país. El ‘legado de Chávez’ también ha sido la destrucción de esa solidaridad del venezolano que iba implícita en nuestro gentilicio. El ‘legado de Chávez’ fue también el odio entre hermanos”. En ese sentido, apunta que “debemos luchar contra eso. Ninguna transición democrática que haya tenido un nivel tan alto de devastación social, ha sido posible sin un mínimo de respeto entre compatriotas”.

Para la CEO de LaEstrategiCom y Doctora de la Universidad de Salamanca, la esperanza de cambio y de un futuro mejor para Venezuela “se ve opacada por las almas sumidas en el odio y el dolor que nos ha dejado la Revolución: sangre, sudor y las lágrimas de cientos de miles de venezolanos que se dejan la piel desde su trinchera por una Venezuela libre y soberana, a la que no podremos llegar nunca, si en medio de este horror nos cargamos también el valor social del venezolano insultando a quien es diferente”.

Respetando todo tipo de opiniones y, sin lanzar “la primera piedra”, creo que es tiempo de actuar con inteligencia. Las bajas pasiones deben tener un mínimo de cordura y prudencia legal. Que el legítimo repudio se manifieste es inevitable, pero sin incurrir en delitos que les permitan victimizarse. Como venezolanos sabemos que no habrá cabida al olvido frente a los responsables de la etapa más oscura de nuestra historia. Que esa certeza sea el motor de nuestra esperanza en un futuro en que, sin lugar a dudas, los veremos vestidos de rayas. La historia está repleta de casos similares. Los delincuentes chavistas no serán la excepción.

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