El fenómeno Labubu: La obsesión por los duendes que enloquece al mundo

 

En un mundo saturado de personajes genéricos, ha emergido una figura que desafía y despierta pasiones en todos los rincones del planeta. El protagonista de este nuevo fenómeno es Labubu, y no es precisamente un personaje de una película de fantasía; es un duende de felpa con orejas puntiagudas, ojos traviesos y con una sonrisa maliciosa.

Pasó de ser un juguete a un objeto de colección, inversión y debate legal, gracias a una mezcla perfecta de nostalgia, estrategia de mercadeo y la incontrolable maquinaria de las redes sociales.

Un criatura extraña, adorable y artística

Para entender la magnitud de este fenómeno, hay que volver al origen. Labubu no es una creación de un departamento de mercadeo, sino el fruto de la imaginación de un artista de Hong Kong, Kasing Lung. Como parte de su serie “The Monsters”, Labubu nació con una estética distintiva: una criatura de aspecto travieso que juega con la dualidad de lo tierno y lo monstruoso, un contraste que ha resultado ser el anzuelo perfecto para una generación que valora lo singular.

Aunque Labubu tiene rasgos que podrían parecer demoníacos, como sus cuernos y su sonrisa pícara, no son demonios en el sentido tradicional. Su encanto reside en esta ambigüedad: son “monstruos” que, en lugar de asustar, resultan ser adorables y juguetones.

Sin embargo, el salto de ícono artístico a estrella pop se lo debe a Pop Mart, la compañía china que revolucionó la industria de los juguetes de colección. Pop Mart adquirió los derechos de Labubu y lo integró a su lucrativo modelo de negocio: las “blind boxes” o “cajas misteriosas”. Un concepto tan simple como genial: el comprador no sabe qué figura o diseño obtendrá hasta que abre la caja, convirtiendo cada compra en una pequeña lotería, una descarga de dopamina que incentiva la compulsión y la búsqueda del “muñeco secreto” o la edición especial.

La chispa que desató la fiebre

Aunque Labubu ya era popular entre coleccionistas, la chispa la encendió Lisa, integrante del grupo femenino surcoreano Blackpink, cuando mostró su Labubu en redes sociales, generando una ola de seguidores ansiosos por conseguir el suyo.

Otras celebridades como Rihanna, Dua Lipa, Lady Gaga y Kim Kardashian se han sumado a esta tendencia colgando los Labubus como llaveros en sus bolsos de Louis Vuitton, y Prada.

El misterio detrás del precio

Actualmente, encontrar un Labubu es una misión difícil. Largas filas de personas que esperan durante horas para obtener los juguetes, aunque muchas veces la disponibilidad en tiendas es limitada y algunos modelos, están agotados. Los precios oscilan entre 44 y 85 dólares, pero en reventa los valores triplican el valor original.

Subastas en Pekín han adjudicado esculturas de más de un metro de altura por cifras superiores a los 150,000 dólares.

Entonces, ¿por qué la gente está dispuesta a pagar tanto por estos peluches? La respuesta se encuentra en una combinación de factores psicológicos y de marketing.

La emoción del “Blind Box”: Comprar un Labubu es una experiencia adictiva, una pequeña lotería que genera anticipación y el deseo de seguir comprando hasta completar la colección. Para muchos jóvenes, conseguir un Labubu raro es un símbolo de status digital tanto como material.

El sentido de escasez: La limitada producción y las colaboraciones exclusivas crean la percepción de que el juguete es un artículo de lujo y exclusivo. La dificultad para conseguirlo lo hace aún más deseable.

El valor artístico y la nostalgia: Para los adultos, estos juguetes evocan la alegría de coleccionar de la infancia. Al mismo tiempo, el hecho de ser la creación de un artista le confiere un valor añadido que justifica su precio.

El poder de las redes sociales: Plataformas como TikTok e Instagram han convertido a Labubu en un fenómeno viral. El “unboxing” de un juguete se transforma en un ritual social que crea un sentido de comunidad y un impulso por unirse a la tendencia.

Más allá de lo económico, Labubu es reflejo de una era donde la cultura pop global se alimenta de la viralidad digital, la exclusividad y la búsqueda de objetos que representen identidad personal. Este juguete es un espejo de cómo consumimos y compartimos …

Un Labubu ofrece algo tangible, una pequeña alegría en una caja sellada. Y tal vez, en el corazón de esta obsesión, lo que realmente buscamos no es un simple duende de felpa, sino la emoción que sentíamos de niños al abrir un regalo y descubrir que, por un momento, la magia de una figura de plástico o de tela era suficiente para hacernos sonreír.

 

 

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