Son los influenciadores, los mejores “amigos” de nuestros hijos?

Ellos educan, motivan, inspiran y entretienen …

 

Por: Diana Bello Aristizábal

 

DORAL, FL –  Es un hecho que actualmente los jóvenes escuchan más las voces que emergen de las redes sociales que, en ocasiones, las de sus padres, maestros o personas más cercanas. A ellos se les llama influenciadores por el poder que tienen para moldear creencias, hábitos y actitudes y generar conversaciones masivas en Internet.

Pero no solo eso. También promocionan y recomiendan marcas dentro de lo que se conoce como marketing de influencers. Frente a esta realidad de la que ya nadie puede escapar, muchos padres se preguntan por qué resultan tan atractivos para las generaciones de millennials y centennials y qué tan positivos son en sus vidas.

Esta conversación llegó a su punto más álgido el mes pasado cuando una influenciadora top llamada Rawvana, que promovía un estilo de vida crudivegano en su cuenta de YouTube, fue sorprendida comiendo pescado. El video de ese momento, que fue subido por otra ‘youtuber’, rápidamente se volvió viral y fue comentado por veganos, no veganos, médicos, celebridades y seguidores por igual.

La polémica se encendió por el hecho de que una persona que no estaba lo suficientemente preparada para hablar de nutrición, recomendara una alimentación a base de vegetales y frutas crudos que no solo había dejado de seguir sino que la estaba enfermando. Fue tildada de mentirosa y estafadora, pues pese a haber cambiado su alimentación seguía obteniendo ingresos por los productos asociados que vendía.

Posteriormente subió un video explicando lo sucedido que no fue suficiente para limpiar su nombre, aunque, paradójicamente, su número de suscriptores en YouTube no bajó drásticamente. Pasó de 2 millones a 1 millón 961 mil al momento de ser editado este periódico.

Así las cosas, el gran interrogante que dejó el caso Rawvana es cuál es la responsabilidad que tenemos los usuarios al consumir contenidos en redes sociales y cuál la de los influenciadores que si bien no obligan a nadie a seguir sus consejos, tienen un poder de convocatoria difícil de ignorar, especialmente cuando en esta ecuación entran niños y adolescentes.

 

Cambiaron las reglas del juego

En una época no muy lejana, las grandes marcas se apalancaban en campañas de publicidad para promocionar sus productos, a través de medios tradicionales como la televisión, la prensa escrita y la radio, que en ocasiones tenían como protagonistas a celebridades influyentes en el campo del cine, la música o el deporte.

Con el auge de las redes sociales, las marcas encontraron un nuevo espacio para darse a conocer dentro de un entorno más orgánico, informal y cercano y de la mano de recomendadores naturales de sus productos que nacieron y se formaron en Internet.

Edgar Argüello

“La idea del influenciador no es nueva. Lo que cambió es que ahora las personas le creen más a alguien común y corriente que a una organización”, explica Edgar Arguello, asesor de marketing digital, y profesor y coordinador del diplomado de Community Management de la Universidad Iberoamericana en Santo Domingo, República Dominicana.

Por esta razón, de acuerdo con el académico, las empresas ahora contratan a los influenciadores para que transmitan mensajes que ellos ya no pueden dar porque carecen de credibilidad. Incluso, emplean influenciadores que antes eran  análogos (celebridades tradicionales), tras gozar de un reconocimiento fuera de lo virtual, y migraron a las redes.

“Las marcas también migraron al mundo digital porque es el lugar donde pasan más tiempo los consumidores, especialmente los más jóvenes, que en promedio hoy gastan cuatro horas al día mirando las pantallas de sus teléfonos”, afirma.

Linda Patiño

Para Linda Patiño Cárdenas, periodista colombiana de tecnología y autora del libro ‘Qué diablos hacen los influencers’, que saldrá publicado en mayo, el gran valor agregado de esta dinámica es que los usuarios tienen una interacción diferente con los influenciadores digitales a la que tenían con los análogos.

“Antes veíamos una serie de televisión y no podíamos obtener una respuesta de sus personajes, así soñáramos con ellos o los imitáramos. Hoy tienes una cercanía tan grande con los influenciadores que casi los sientes como amigos”, explica.

Linda Patiño ha evidenciado esta realidad como profesional y como mamá, pues cuenta que su hija de tres años sigue ocasionalmente el canal de You Tube de ‘MikelTube’, presentado por los niños hermanos Mikel y Leo, y los ha llegado a calificar de amigos.

“Aunque al principio me generó un shock, entendí que esto tiene todo el sentido porque los conoce, los ha visto y para ella le están mostrando parte de su vida. Tal y lo que haría un amigo”, añade.

En el caso de niños más grandes y adolescentes, que consumen contenido en redes sociales de forma habitual, esta realidad es todavía más palpable. Para Antonio Torrealba, CEO de Becoming an Influencer, magister en social marketing de la Universidad de Northwestern y padre de tres niños, esto sucede porque compartimos la crianza con la tecnología.

“He ido a reuniones donde los niños pasan cinco horas pegados al teléfono. Yo no permito esto como padre ni lo valido como profesional porque estamos educando personas no creativas”, agrega Torrealba, quien también es autor del libro ‘Construyendo un influencer’ y ganador de un premio Emmy por el documental ‘El poder de un post’ disponible en You Tube.

Sin embargo, para el experto tampoco se trata de satanizar a los influenciadores o prohibirlos en la casa porque hacen parte del mundo actual. “Decirles a los niños que no sigan a un influenciador es como pedirles que no jueguen fútbol porque hasta sus compañeros hablan de ellos. No podemos aislarlos de la realidad”, añade.

 

Responsabilidades compartidas entre influenciador y usuario

Para fomentar una lectura apropiada del contenido que consumimos en línea ofrecido por los influenciadores, es necesario entender primero cuál debería ser el papel de estos, pues de acuerdo con los expertos consultados abundan aquellos que no aportan nada positivo y, en cambio, manchan el trabajo de quienes si lo hacen.

Para Edgar Arguello, la responsabilidad principal del influenciador es generar credibilidad de forma orgánica para después, y paulatinamente, vender productos o servicios asociados con los valores que promueve. “Debe ofrecer información de valor”, asegura.

Antonio Torrealba, por su parte, considera que debe mover fibras para educar, motivar, inspirar o entretener. “Quien se dedique a esto tiene que preguntarse si lo que comparte está transformando la vida de las personas”, añade.

Pero, además, el influenciador necesita comprender el poder de sus palabras que trascienden más allá de lo digital, especialmente en el público más joven. Por ejemplo, la queja generalizada hacia Rawvana era el hecho de que muchas personas adoptaron un estilo crudivegano bajo su asesoría.

Al respecto, Antonio Torrealba considera que por parte del influenciador debe haber un conocimiento amplio sobre el tema del cual está hablando. “Yo perdí peso porque saqué los lácteos de mi alimentación, pero eso no quiere decir que deba empezar a dar recomendaciones nutricionales porque puedo generar un problema en mi audiencia”, comenta.

En cuanto a la responsabilidad de los usuarios, Linda Patiño asegura que se trata principalmente de tener una buena educación digital en hábitos de navegación. “Es importante que sepamos para qué usamos Internet, consultemos diversas fuentes de información y tengamos un equilibrio entre aprender y entretenernos”, opina.

Por otro lado, considera importante que las escuelas asuman su responsabilidad ofreciendo cátedras en humanidades digitales. “Estamos en un punto de digitalización tal que los niños de 13 años deberían tener claros conceptos básicos antes de entrar a una red social como, por ejemplo, privacidad en línea o derechos digitales”, afirma.

En el caso de los menores de edad, la responsabilidad también recae sobre los padres, quienes, en opinión de Patiño, deberían hacer preguntas claves a sus hijos como, por ejemplo, qué les gusta de las redes sociales, a quiénes siguen y por qué.

Además, estar presentes en los entornos digitales que frecuentan y ofrecerles otros medios de entretenimiento. “Tenemos que estar en You Tube, Instagram y Facebook para entender cómo funcionan y dejar que los niños se aburran para que desarrollen su creatividad. A veces parece más fácil conectarlos a una pantalla, pero eso no les permite conocer el mundo en el que viven”, añade.

Así mismo, hay que explicarles que la persona detrás de una cuenta no necesariamente tiene un discurso auténtico. “Con frecuencia, le creen más a los influenciadores que a los mismos padres y por eso tenemos que aterrizarlos”, asegura Edgar Arguello.

¿Cómo los aterrizamos? El especialista sugiere enseñarles a examinar todo lo que ven para que puedan determinar la personalidad del influenciador, el mensaje que se esconde detrás de sus publicaciones y el tipo de relación que tiene con su comunidad.

También hablarles sobre el manejo eficiente del tiempo en el mundo digital. “Tal como ocurriría en el mundo no virtual, debemos pasar tiempo con personas que nos aporten y que sean más inteligentes que nosotros para sacar provecho de eso”, dice.

Antonio Torrealba propone, por su parte, enseñarles a discernir entre lo bueno y lo malo para que tengan buen criterio a la hora de decidir a quiénes seguir. “Se trata de no permitir que los influenciadores sean la primera figura de autoridad de nuestros hijos”, comenta.

 

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